viernes, 24 de febrero de 2012

Buscadores del Orbe II

¿Os habeis quedado con ganas de más? Antoleon acaba de llegar a la ciudad de Mün Sharr, y pronto descubrirá la famosa "hospitalidad" de los enanos...

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— ¡¿Cómo que imposible?!

Antoleon miró incrédulo al enano embutido en una gruesa coraza de placas que le cerraba el paso. Mordisqueaba algo, Antoleon supuso que sería “Farraq”, una hierba para mascar traída de la nueva tierra, que empezaba a estar muy de moda

— Eso he dicho, imposible—dijo el guardia, imperturbable—, si hubiera algún extraño que quisiera mirar la piedra, los jefes me lo habrían dicho. Y no tenéis ni permiso ni pase, viajero.

— ¡Mi permiso debió haber llegado hace más de un mes! Espere… debo tener una copia de la solicitud…

Antoleon rebuscó nervioso en su bolsa de viaje, se enredó con su propia capa y maldijo.
Fuera de las puertas el frío era implacable, pero una vez dentro los numerosos y enormes braseros convertían el aire en un clima cálido y agradable en mangas de camisa, o en un horno de panadero con ropas de invierno.

—Aunque lo tenga, sin la firma de al menos un miembro del Concejo de Maestres, no está permitido el paso. —Escupió, muy cerca de las botas de Antoleon.

Empezó a sudar, el humo de los braseros que alumbraban el arco de entrada del Salón de los Escribas le picaba en la garganta y le hacía lagrimear.

— Oiga, soy un enviado de la Escuela Nueva de Val Naar, el propio Decano del Sigil redactó el permiso, y yo mandé un jinete con el mensaje… —tosió sonoramente, estaba perdiendo los estribos… maldito calor— mire, tengo que estudiar la esfera de los Anteriores, es vital para mi investigación, ¿lo entiende?, de suma importancia.

— Yo solo hago mi trabajo, no puedo dejarle pasar sin autorización escrita.

— ¡Y yo le he dicho que tenía que haber llegado hace un mes! Es solo un pequeño…
— ¡¡Cómo que pequeño!! —el guardia enrojeció de pronto, levantó un dedo regordete y señaló, acusador— ¡¡Me está llamando pequeño!!

Gente que pasaba distraídamente por la avenida empezó a formar un corrillo lleno de curiosidad. Muchos pares de ojos enrojecidos a pocos palmos del suelo se volvieron hacia Antoleon.

— Eeeh… no, no, no, yo quería decir…
— ¡¡No pienso dejar que ningún “patas largas” me insulte!!  ¡¡Largo de aquí si no quieres que te rompa las rodillas, listillo!!

Antes de empeorar la situación, se alejó del vociferante enano. Aún escuchaba los gritos del guardia resonar entre las voces del gentío, que se iba desgranando a medida que Antoleon retrocedía. Varios de los enanos todavía en primera fila aplaudieron, y el guardia hinchó la coraza de satisfacción.

Antoleon  tropezó varias veces con algunos viandantes que miraban absortos los muchos tenderetes que salpicaban de color los amarillentos muros del Paseo de la Maravilla, una de las avenidas comerciales más transitadas de la ciudad. Se dio por vencido en cuanto dobló unas cuantas esquinas y se paró a recobrar el aliento. Los laberintos de paredes arcillosas que eran las calles de Mün Sharr le tenían completamente desorientado.

 Ahora estaba solo, y en una ciudad extraña.

Si volvía a la Escuela con las manos vacías, no podría completar su investigación sobre los artefactos de los Anteriores, los dioses que habían formado el mundo.

Perdería su cátedra. Antoleon, a sus veintidós años iba a ser el conjurador más joven que el Pentagrama había tenido desde hacía casi cién años. Y muchos querían esa plaza, más viejos y más retorcidos.

No podía permitirlo, no podía volver sin un triunfo.
¿Pero qué podía hacer?

A situaciones desesperadas, medidas desesperadas.


-Continuará...

Buscadores del Orbe I

Hola a todos, con el fin de no abandonar este blog he decidido haceros a todos partícipes de este proyecto. Consta de mini-relatos de corte epico-fantástico en un mundo creado enteramente por mí, pero abierto a nuevas ideas que lo puedan enriquecer. Poco a poco iré colgando fragmentos que escriba, y me gustaría que opinéis, critiquéis, elogiéis o vilipendiéis lo que os guste o no. 
Ahora, sentaos cómodamente con una pinta de cerveza en la mano, y escuchad la historia que os voy a contar...


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Mün Sharr, la imponente capital de los "dwond", en la lengua imperial conocidos como los enanos, se extendía como un gigantesco gusano enroscado en las mismas raíces del Pico del Barreno, la cima más alta de la cordillera de Los Quebrados.

El paso de la montaña había sido todo un infierno.

Antoleon miró con visible impresión, desde el diminuto ventanuco del carromato, el camino que serpenteaba hasta morir en las titánicas puertas de piedra que guardaban los grandes salones y las sinuosas callejas, que esperaban pacientes bajo la montaña. Solo el silbido del conductor de la carreta le sacó de su ensoñación.
Casi cuatro semanas de fatigado viaje, y una de ellas por caminos de cabras y senderos de piedra y nieve. Cuando Antoleon dejó los muros de la Escuela Nueva de Conjuradores, se imaginaba un camino lleno de aventuras, de misteriosas y enigmáticas compañías, de combates con horribles bestias en bosques olvidados, de filos brillando en la oscuridad de la noche… hasta tenía preparado su bastón para la lucha, había grabado en la madera las Runas del Hierofante, un poderoso conjuro defensivo que había encontrado en uno de los grimorios de la Biblioteca.

Pero no, el viaje había sido todo un infierno, un aburrido e interminable infierno de baches, improperios del cochero a los bueyes, posadas malolientes y como compañía, una rolliza y desdentada matrona que le acompañó en la caravana desde el pueblo de Marlina hasta una pequeña villa en las faldas de Los Quebrados.

Se sorbió la nariz y se arrebujó aun más entre las ásperas mantas, el frío y la nieve también eran motivos de sobra para que Antoleon deseara llegar a término de una vez.
Pero al fin, después de todo el tedio, Mün Sharr se erguía ante él como promesa de la búsqueda definitiva para su Escuela, y de la aventura que anhelaba.

Aunque no resultase ser igual a la que imaginaba.

-Continuará...

jueves, 2 de febrero de 2012

Lidiando ideas, y Olé!

Hoy me he levantado con ganas de leer, y lo que es peor, de escribir.

Habiéndose vuelto una costumbre trístemente habitual, después de prepararme un saludable desayuno, he abierto Facebook buscando algo interesante con lo que empezar el día, con la misma esperanza que albergamos al abrir la nevera en busca de algún manjar apetitoso. Por supuesto, todos sabemos como acaba la historia, nunca hay nada de nuestro agrado. Nunca estamos satisfechos

He aquí el motivo de este mini-artículo de corte “Pérez-Revertesco” (bueno, más quisiera yo tener la misma expresividad que el caballero recién mentado). Pues cuál fue mi sorpresa al encontrarme con dos invitaciones a sendos grupos: uno “pro-taurino” y otro “anti-taurino”. Cada uno de esos grupos, por supuesto, criticaba, satirizaba y demonizaba al otro. Villa Arriba y Villa Abajo.

Lo sé, debería haber ignorado todo esto y haberme concentrado en cosas más productivas, como catalogar según su capacidad intestinal los pajaritos que se posan en mi ventana, por ejemplo. Pero no, una voz interior, esa vocecita perezosa  que a veces nos invita a pensar un poco, me lo impidió por completo.

Vamos a ver, dos cuestiones:

1. ¿Acaso es una necesidad moral o ética el posicionarse entre dos, tres o cincuenta aspectos, teniendo que adoptar uno de ellos como dogma categórico y absoluto? Sinceramente, esas etiquetas fáciles e hipócritas a mí me parecen una estupidez.
Y no solo en esto, los toros son solo un ejemplo.
¿Acaso si te gusta el toreo eres un pervertido pseudo-facha que disfruta del sufrimiento ajeno y del maltrato animal? O si lo aborreces y proclamas a grito pelado “No es mi fiesta nacional” ¿Entonces eres un reaccionario vegano new-age, a solo dos pasos del perroflautismo mas bobo?

2. ¿Quién demonios se dedica a crear estos grupos? El defender dentro de la razón tu punto de vista es una cosa. El intentar profetizar una opinión como la auténtica verdad del Universo es otra distinta.

Ahora, ahí va mi opinión: Ni a favor, ni en contra.
Reconozco que es una salvajada, pero también, mal que pese a muchos, forma parte del patrimonio cultural de España, y de gran parte de América Latina. Y eso no se debe ni obviar ni olvidar.

¿Acaso es una locura? Ahí va una idea loca: ¿Y si cambiamos el mismo concepto de Tauromaquia? 
En el ejercicio de esta no haría falta que el toro sufriese daño alguno, no es necesario herirlo. Tan sencillo como cambiar las banderillas por algún tipo de marcador, por poner un ejemplo. Porque el torero seguiría teniendo que echarle un par de huevos y ponerse delante del morlaco, da igual que éste chorrée sangre o no. Si los tiempos cambian es lógico que nos concienciemos y cambiemos esos aspectos.
Es mas, el indulto del animal podría darse siempre y santas pascuas. Así todo el mundo contento, ¿no?

Pues no. 
No, porque pase lo que pase y se diga lo que se diga, siempre habrá “pros” y “antis”. NUNCA ESTAREMOS TODOS SATISFECHOS. 

En este caso, los “pros” dirían que se pierde la esencia del arte del toreo, y los “antis” que el pobre animal aun podría sufrir de estrés post-traumático, o algo así.

Como conclusión, antes de afirmar cualquier cosa yo aconsejo predicar la duda. La duda es humilde, es sabia, te obliga a preguntarte cosas y a cuestionarlas. Antes de juzgar a alguien por lo que piense, diga o crea, preguntaos por qué piensa así, no pongáis una etiqueta de manera precipitada.

Porque las etiquetas pueden ser igual de dolorosas que las banderillas.